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18 septiembre 2013

Destino enadenado - Capitulo VII

 




Destino enadenado
Autor: hanachan
hanachan en: Mundoyaoi Y Amor-yaoi

 
 



Capítulo 7
 
Necesito verte
****
Keiichi miraba por las ventanas de Red wildcat el exterior. Tenía la leve esperanza de que el chico, que hacía tan poco hubiera conocido y cuidado, volviera a su encuentro.
Aunque, internamente, no daba crédito a lo que sucedía.
Era mejor mantener la esperanza viva pero, mientras más lo pensaba ¿Por qué querría Misaki recordar lo que había sucedido aquel día? Cualquier persona haría hasta lo imposible por olvidar todo, incluyéndolo a él.
Había pedido un café, y la camarera, un tanto enfadada por no haber recibido ninguna llamada a pesar de su coqueteo la última vez, se lo había llevado con actitud reticente.
Había suspirado al menos cinco veces en aquella espera. Se sentía un tanto estúpido.
Miró la hora… 8:15, quince minutos de la hora fijada.
Las luces de Tokio iluminaban la escena nocturna. Su café le supo amargo.
¿Por qué seguía allí?
Él mismo le había dicho que no tenía por qué ir. Él mismo había admitido desde el inicio la posibilidad de que le dejara plantado. Pero se había negado a aceptar aquella posibilidad.
Y ahora aquella bomba le reventaba en la cara.
¿Debería irse?
— Esperaré un poco más — susurró, mirando hacia lo lejos. “Diablos, estaba tan confiado. Creí que vendría. En serio lo creí”. Buscaba el rostro del joven entre las personas.
8:20.
Comenzaba a impacientarse.
“Joder, lo he visto solo una vez. No tengo por qué estresarme sobre el asunto”, su café seguía intacto y estaba un tanto frío.
8:25.
8:30.
— ¿Me podrías traer la cuenta por favor?
— Pero su café…
— Sí. Lo siento… He perdido el apetito
—Oh, no se preocupe. Ahora le paso la cuenta.
Keiichi miró con pena la taza y el cup-cake. Apenas y había dado unos sorbos al café, y el último seguía como lo habían traído; sin una mordida.
Era tarde y debía de estudiar para presentar lo últimos exámenes del año antes de las vacaciones de verano. Ya no tenía nada que seguir haciendo en ese lugar. Misaki no vendría y ya era hora de que lo aceptara.
Había que afrontar el hecho que no volvería a ver nunca a ese peculiar chico de ojos verdes y cabello castaño.
*
Misaki corría desesperado.
Maldecía su propia impotencia.
8:25
“Joder. Joder. Joder”
Miró a un lado y a otro. Se le hacía familiar, pero no lograba ubicarse.
Siguió corriendo por el imple hecho de no querer parar a pensar.
No recordaba dónde estaba aquel local en el que se encontrarían. Aquel día había estado tan sumido en sus propios pensamientos que no había prestado la más mínima atención a dónde se encontraba.
Estaba oscuro y eso le dificultaba la tarea.
Ya tenía veinticinco minutos de retraso, y muy probablemente aquel joven ya se habría marchado para cuando llegase, pero debía poner su esfuerzo en ello. De algún modo necesitaba quitarse todo de encima, y la única persona que le podría ofrecer ese consuelo era precisamente aquel hombre.
Estaba tan enojado consigo mismo que de pura rabia había comenzado a llorar.
Redujo el paso y se limpió los ojos, caminando un par de cuadras más.
“Quiero verle”
Su pecho se estrujó de pensar que no tendría ni siquiera el privilegio de desahogarse.
“Necesito verle”
Se sintió egoísta, pero honestamente le necesitaba.
Al finalmente notar entre sus acuosos ojos el vestigio de una plaza a los lejos su corazón saltó.
8:30
“Puedo hacerlo. Debo intentarlo”
La angustia dio lugar a un sentimiento raro, de alivio y alegría. Estaba preocupado. Las posibilidades de que siguiese allí eran pocas, pero albergaba esperanza.
Corrió todo lo que sus piernas le permitieron las tres cuadras que le separaban del local.
Al llegar a la plaza finamente reconoció el paisaje. Definitivamente era la misma plaza.
En unos segundos encontró el local.
8:34
Una figura salió de la puerta roja del local.
Era un hombre castaño que llevaba una gabardina y estaba marchándose de allí.
— ¡Sempai! —Gritó, corriendo — ¡Sumi-sempai!
Keiichi se volvió, mirando por todos lados.
>> ¡Sempai! — Su voz no le permitía gritar más fuerte, y aunque le avergonzara y las parejas que caminaban a esas horas por el parque le miraran, siguió llamándole.
Cuando finalmente le alcanzó, le agarró de las ropas ligeramente y tiró de la tela
>> Sempai, lo siento.
*
Keiichi estaba sorprendido. Misaki había llegado repentinamente, gritando su nombre y se había postrado frente a él jadeando por la falta de aire. ‘Sempai, lo siento’, había dicho. ¡Ja!
— Está bien, está bien. Solo cálmate — iba a dar unas palmadas a la espalda del chico pero le vio retroceder y quitó su mano.
— Me perdí. No tenía idea de cómo llegar. En serio lo siento — hizo una reverencia —. Si a usted no le molesta podríamos ir a cenar a algún lado. Yo aún le debo mi gratitud, y quisiera… — Keiichi sonrió y le calló apoyando un dedo en los labios de Misaki. Estaba aliviado y feliz de que sus pobres especulaciones fuesen erróneas. Y, para que negarlo, verlo sudoroso, ruborizado, jadeando y arrepentido era un digno espectáculo.
— Takahashi-kun, — le vio temblar, cerrar los ojos y morderse. Eso le recordó que no debía tocarle y se alejó de él, hasta que el chico se relajó nuevamente — con que estés aquí me es suficiente.
Keiichi comenzó a caminar. Misaki le vio alejarse un poco y le siguió.
— ¿A dónde vamos?
— A cenar.
— ¿No cenaremos aquí? — el andar de Keiichi era presuroso.
La ventisca era refrescante. Las hojas de los árboles de la plaza se removían intranquilas y se escuchaba el sonido de las ramas chocar como el único eco de fondo.
— No. Hay un lugar al que me gustaría llevarte, ven
Misaki se apresuró, ya habiendo recuperado el aliento y sintiéndose acalorado. Ese viento le supuso un gran alivio.
“Sabía que no me había equivocado al juzgarle. Él no es de los que dejarían a alguien plantado”, sonrió, dándose por satisfecho con solamente eso.
Una vez más montaron el auto de Sumi Keiichi perdiéndose entre las calles de Tokio y alejándose de la metrópolis para ir a un bar-café en las afueras.
Misaki observaba atento el paisaje por el exterior de la ventanilla. Las luces de la ciudad le cegaban de tantas cosas. Era un lugar tan enorme, tan peligroso y a la vez tan hermoso… ¿Cómo no temerle? ¿Cómo no sentirse atraído? ¿Cómo no querer escapar?
****
Akihiko estaba encerrado en su estudio, escribiendo el último capítulo de una novela ligera romántica. Aikawa le había insistido hasta hastiarle, y le había amenazado con un homicidio muy probable.
Sus ánimos últimamente estaban por el piso
Hablar con Takahiro se había vuelto sumamente difícil para su conciencia, por lo que evitaba llamarle lo más posible.
“Tal vez si supiera y me odiara sería más fácil olvidarle”, pensaba a menudo. “Tal vez si lo supiera y me lo recriminara no me sentiría tan culpable al hablar como si nada hubiese sucedido”
Por las noches se despertaba agitado, intranquilo y con la transpiración cayendo por su frente, luego de soñar que Takahiro se vengaba de él. Su mundo de pesadillas lo atrapaba muy frecuentemente. Y su mal humor se disparaba ni bien despertara. Sabía que era más insoportable de lo usual.
Aunque otras noches, sus sueños, lejos de ser terroríficos, tomaban un tinte mucho más erótico en el que Misaki era el protagonista. Sin darse cuenta, se había emborrachado con su cuerpo y le había gustado. Era un licor de los buenos. Y la sed le quemaba la garganta, ansiando más.
Era desconcertante reconocer que el Takahashi mayor tenía su corazón y, muy a su pesar, el menor había captado la atención de su deseo.
El teléfono sonó y Akihiko reconoció el tono de llamada.
— Hola, Takahiro — una sonrisa amarga se formó en su rostro. Una expresión que pocas veces mostraba.
“— Hola, Usagi. ¿Cómo has estado? Últimamente no me llamas muy seguido, así que me tenías preocupado.”
— He estado un poco ocupado, lo siento. — “Es mentira. No quería hablarte”
“— Para nada, está bien. Te comprendo. ¡Oye! ¡Adivina qué!”
— ¿Hm? ¿De qué se trata?
“—Te he dicho que lo adivinaras — a veces su tono era infantil y muy gracioso —. Pero bueno, no importa. ¡Misaki ya es todo un hombre! ¡No sabes cómo me ha sorprendido!”
¿Eh? Una alarma se disparó, advirtiéndole del peligro.
“—Sí. Me ha dicho que tiene una novia. Ahora hace ejercicio a la mañana. ¿Recuerdas que te conté que no volvía? Llegó con marcas en su cuello y me lo contó ahí. Y hoy ha salido, diciendo que volvería tarde. Es obvio que es una cita, ¿no crees?”
— Ya deja de martirizar a tu hermano, que se enojará si sigues hablado de él a sus espaldas— le reprendió Akihiko, un tanto sorprendido. Vaya excusa se había conseguido el pequeñajo.
“— Sé que ya no es un niño, pero ¡sigue siendo tan adorable…!”
—... — “¿Qué diablos es adorable en ese mocoso?”— Tú y tu complejo de hermano.
“— Bueno, bueno. A veces me dejo llevar y hablo demasiado sobre Misaki, pero no puedo evitarlo.”
— Lo sé.
“— Oye, debo irme. Ya que Misaki no vuelve temprano, iré con Kana a cenar.”
— Bien por ti. Nos vemos, entonces… — se mordió la lengua ante cualquier otro comentario. Kana era una buena mujer, había que aceptarlo… Él era un amigo. Su mejor amigo. Solo eso y nada más que eso. Y si su corazón se estrujara al saber que Takahiro amaba a alguien más, lo soportaría solo por poder permanecer con él.
“— Adiós, Usagi”
—Adios — Cortó la llamada y suspiró.
“Es imposible. Lo amo.”, cogió un cigarrillo, lo prendió y dio una calada profunda al mismo. “Porque lo amo me es difícil enfrentar lo que he hecho”. Exhaló el humo lentamente, apreciando el sabor de sus Lucky Strike. “Pero precisamente por eso debo de enfrentarlo”.
—Maldita sea, ¿En qué mierda me he metido con mis idioteces impulsivas?
*
El restaurante tenía un ambiente relajado. Las luces eran de un tono bajo y cálido. De fondo se podía oír música de ambientación muy tenue.
Las mesas estaban bastante separadas unas de otras, salvo en el patio de la planta baja, en la que debido a la cantidad, éstas estaban más juntas. La disposición del edificio en sí tenía un sentido artístico moderno diferenciado y armonioso.
Había más mesas externas que internas, por lo que cogieron una en un balcón en el cual se podía apreciar a lo lejos, muy a lo lejos, la ciudad. Lo que rodeaba ese lugar era la carretera y la flora. A un kilómetro se encontraba la universidad Shohou, el campus y los dormitorios de la misma, por lo que la clientela provenía mayormente de allí.
Si bien había comida en el menú, la mayoría de las mesas estaba ocupada por parejas o jóvenes universitarios tomando un par de cervezas o sake, conversando animadamente.
Nadie podía oír la conversación de las otras mesas y eso brindaba anonimato y comodidad.
Keiichi miraba a Misaki bajo ese tono de luz tan peculiar, como si fuera un juguete nuevo. Su cabello se veía rubio y no tan castaño, y sus ojos verdes parecían color miel. Su piel pálida de un blanco con mejillas rosadas parecía de tono moreno.
— ¿Qué sucede? — le preguntó Misaki al sentirse incómodo por tanta observación.
— Nada… Solo que creí que no te volvería a ver — Comentó Keiichi sin malas intenciones, pero inevitablemente, Misaki se sonrojó un poco avergonzado por no haber llegado a tiempo.
—L-lo siento. No fue mi intención — se disculpó por enésima vez.
—No era mi intención decirlo de un modo que te incomodara, pero estoy feliz. Quería verte.
— Oh, yo igual… — confesó, sorprendiendo al mayor.
— ¿Ah, sí? Vaya, no me lo esperaba— sonrió apenado—. ¿Por alguna razón en especial o me estoy alagando demasiado?
— Eh, algo así — “Ha de ser mejor ser sincero. Necesito alguien con quien hablar”. No te he agradecido ni te he explicado bien las razones tras mi comportamiento el otro día. Y creo que es algo que tendría que decir. No. Que necesito decir.
—Básicamente necesitas hablar, ¿es eso? — La emoción inicial de que él le quisiera ver se esfumó y su expresión se volvió neutra. “Obviamente no era porque yo fuera especial”, Keiichi se bajó de las nubes resintiendo el golpe a su ego.
—Sí. Lo siento.
— Por algo somos amigos, ¿cierto? Entonces no pediremos comida, sino un poco de sake.
Misaki sonrió. “Puedo confiar en éste hombre, ¿cierto?”, se preguntó una vez más, al igual que cuando le había conocido.
— Gracias por escucharme. Y yo prefiero cerveza ¿Me dejarás invitarte?
—Claro, pero la próxima vez pago yo.
—De acuerdo.
“Sí. Algo me dice que él no me hará daño”, Misaki llegó a la misma conclusión una vez más. Quería creer en ese hombre. No porque fuese especial, pero se encontraba en una situación en la que cualquier aliado que pudiera servirle como pañuelo de lágrimas le era suficiente.
Keiichi parecía dispuesto a escucharle esta vez. Y él se sentía lo suficientemente listo como para hablar.
Misaki se sintió egoísta, pues sí, lo estaba usando. Pero, ¿era su culpa? Él se estaba dejando usar, ¿cierto?
*
Ya iban por la tercera botella. Las palabras, las risas y el llanto fluían.
Misaki sentía el cuerpo anestesiado, un tanto pesado y sin el control completo del mismo. Su mente podía procesar información, podía hablar, pero las palabras pasaban por un filtro de irrealidad que en algún punto se volvían inconexas. Sin embargo, si de algo estaba seguro, era que no estaba bien y que no podía dejar de llorar angustiosamente.
Keiichi estaba más sobrio, pero un poco afectado, casi imperceptiblemente.
A diferencia de Misaki, no tenía problema alguno de razonar… y eso mismo le hacía tomar el peso de las palabras del chico como correspondía. Deseaba consolarle, abrasarle y transmitirle a través de aquel contacto que no iba a tener que enfrentar todo solo.
Ahora que sabía la historia, honestamente, estaba frustrado. “¿Qué puedo hacer por él? ¿Cómo puedo ayudarle?”, se preguntaba, dudoso. Tenía un miedo invisible de hacer algo que no correspondiera o de, por ese mismo temor, no hacer nada en lo absoluto.
Quería matar al bastardo que le había hecho eso; verlo tras las rejas. Pero Misaki no quería eso, y el no haría nada que fuese en contra de sus deseos.
— ¿Puedo abrazarte? — le preguntó, su rostro transparentaba la amargura, y el de Misaki seguía lleno de lágrimas.
—… — se hizo una pausa incómoda, que Keiichi había asumido como una negación. —… Sí…— Fue un susurro suave, pero le conformó.
Keiichi se aferró a ese pequeño cuerpo y le sintió tensarse bajo sí, trémulo y acongojado. Pero no le soltó.
Sus dedos acariciaron sus cabellos. “Eres tan lindo, Takahashi-kun. Me gustaría sostenerte tanto como pudiera”, se lamentó.
Se alejó unos centímetros sin dejar de rodearle con un brazo y con la mano derecha comenzó a recorrer su rostro limpiando el camino de lágrimas. Un tacto tan ligero que apenas y era un roce.
Misaki sintió un cosquilleo en la mejilla y un temblor distintito a los anteriores le recorrió el cuerpo, pero no le rechazó. Pretendía superar su pavor al contacto y, aunque el pánico le invadía, algo le decía que había un pequeño progreso.
— ¿Te sientes mejor? — preguntó al soltarle.
— Sí, algo. Me he desahogado. Lo necesitaba — le sonrió. Por primera vez no hubo tristeza ni amargura que opacaran su sonrisa.
— Estaré cuando me necesites. No importa lo que fuere. Así sea solo alguien con quien hablar — revolvió sus mechas y corrió el flequillo que caía sobre su rostro.
— Gracias — Misaki había recobrado algo de compostura gracias al contacto. O en todo caso al miedo repentino que le había invadido—. Sumi-sempai, ¿cómo puedes ser tan bueno conmigo? — había pretendido no decirlo, pero su pensamiento se convirtió en habla a modo de pregunta retórica.
— Bueno, — Keiichi sabía que no había razón para responder, pero lo hizo de todas formas— no es que sea un santo. Tal vez tenga motivos ulteriores.
— ¿Hm?, que gracioso, sempaiAún algo borracho, Misaki no había distinguido el tono serio de Keiichi
Ah, no deberías bajar tanto la guardia conmigo, Takahashi-kun —suspiró.
— ¿Dijiste algo? — Misaki bostezó, repentinamente cansado.
Keiichi consultó el reloj, dándose cuenta que llevaban varias horas hablando. Era tarde. Las 12.20 para ser exactos.
— No, nada… Vamos a casa. Te daré mi número, así te comunicas conmigo, ¿te parece?
— Claro.
Misaki pagó la cuenta, sin darle tiempo a Keiichi de sacar la billetera, y éste se ofreció a llevarle a casa. Aunque al final convinieron volver en taxi debido a que ambos habían bebido.
Al llegar a casa, el más joven subió directo a su cuarto, sin notar la ausencia de su hermano.
Se recostó un tanto ansioso. Esa semana había dormido como el demonio, pero ya fuere por el alcohol o por el alivio que le suponía haber hablado con Keiichi, esa noche durmió como un niño pequeño.
No hubo sueños ni interrupciones. Se sintió en paz.
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Continuación

Cap 7

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