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18 septiembre 2013

Destino enadenado - Capitulo VIII

 
 
Destino enadenado


Autor: hanachan
hanachan en: Mundoyaoi Y Amor-yaoi

 
 
 



Capítulo 8
 
Enfrentando la realidad
****
— Toma, y no me molestes por un buen tiempo— Akihiko entregó a Aikawa el resumen y el prólogo de un nuevo proyecto que debía ser aprobado antes de comenzar la redacción de la historia completa.
— Gracias, sensei. Con esto no nos queda nada hasta dentro de dos días. Lo veré entonces — se despidió la mujer, satisfecha y relajada Por una vez en mucho tiempo había logrado conseguir el manuscrito sin batallar como loca en contra del escritor.
Akihiko había recuperado su humor normal, es decir, el de un malhumorado, caprichoso e infantil empedernido. Mayormente se debía al transcurso del tiempo. Aunque ese día había sido la excepción, ya que su malhumor era más notable.
Hacía ya un mes que no veía a Takahashi Misaki.
Finalmente había logrado olvidar el sabor de su néctar y la suavidad de su piel. Finalmente los sueños habían cesado.
Aún más, finalmente había logrado hablar con Takahiro sin que la culpa lo consumiera.
Un mes no era mucho, pero sí suficiente.
Sin embargo, cada que lo recordaba, la amargura y la culpa regresaban. Por eso evitaba pensar en él tanto cómo le era posible, y funcionaba.
O mejor dicho, había funcionado hasta ese día. Sin embargo, ya no tenía escapatoria
Miró el reloj. Eran poco menos de las ocho, por lo que tenía tiempo de bañarse antes de salir.
Esa noche tenía una cena en casa de Takahiro, en la que probablemente vería al mocoso, y aunque no estuviera mentalmente preparado para la ocasión, era necesario. No podía seguir evitando a su amigo más tiempo. No quería.
“Tengo que enfrentarme a mis propios errores”, se dijo a sí mismo. “Así me golpee, me insulte o me eche de su casa a patadas, debo ir”.
Se despojó de sus ropas, dejándolas caer en el cesto al lado del lavabo, y abrió la llave de agua caliente.
El agua le despejó y le ayudó a destensar los músculos que estaban rígidos.
El tiempo parecía ir más rápido cuando se bañaba, pues no notaba el paso de los minutos.
Su mente divagaba, difusa.
“¿Qué querría Takahiro? Parecía importante”
“¿Qué habrá de cenar?”
“¿Debería llevarle un presente?”
“¿Debería llevar bebida?
“…ese mocoso… ¿estará allí?”
Ineludiblemente sus pensamientos volvían de un modo u otro a Misaki y eso le preocupaba más de la cuenta.
Apresuró el baño para dejar de dispersarse tanto y cuando acabó la limpieza, tomó una toalla y se dirigió a su alcoba.
Su cuarto era un verdadero caos. Había infinidad de juguetes, peluches y cosas ‘monas’ esparcidas por todos lados. Los cuartos de juguetes no eran suficientes y el espacio escaseaba… o simplemente no los recogía. Los moños sucios de Suzuki-san estaban apartados en un rincón de la habitación.
Avanzó sorteando los objetos hasta el vestidor y cogió uno de sus mejores trajes, un Armani color azul marino y una corbata gris, camisa blanca y lustrosos zapatos negros. En su muñeca lucía un Rolex de plata.
—Oh, casi me olvido de ti, Suzuki-san— se volvió hacia donde estaba el oso de peluche. Lo tocó y estaba algo sucio. — Oh, joder— su mano quedó con algo de polvo que tenía el oso— Ya toca un baño, ¿eh? — Akihiko lo levantó, le cambió el moño lila por uno color verde y lo dejó en el sillón del comedor.
“Es definitivo. O consigo criada o un nuevo apartamento. Este lugar es una maldita mugre”
Cogió un vino de su pequeña bodega personal- la cual solo tenía para ocasiones especiales y que evitaba tocar ante ninguna otra circunstancia-, y se marchó en su fulgurante deportivo rojo.
Le tomó treinta minutos llegar a la casa de Takahiro, debido tanto al tráfico como a la distancia. Su departamento estaba en las zonas excéntricas de la metrópolis de Tokio, mientras que Takahiro vivía en un barrio residencial al lado contrario de su departamento.
Bajó del auto y tocó el timbre.
Su corazón palpitaba irregular. Estaba algo nervioso, pues no quería ver a Misaki. Prefería olvidar el incidente, si era posible, pero ¿y si éste le atendía?
La puerta se abrió, y tras ella se encontraba su objeto de adoración, Takahiro.
Una sonrisa inconsciente se formó en su rostro y pronto la sustituyó por una mueca amarga.
— Hola, Usagi. ¿Cómo has estado? — Takahiro se hizo a un lado— Pasa.
— Hola — Se adentró a la casa, inspeccionando ni bien entrar si no había una tercera persona allí. Y no la encontró—. Algo ocupado con el trabajo, pero bien. Ya extrañaba verte — confesó, aunque su rostro seguía serio e imperturbable. No era una broma, pero Takahiro lo tomó como tal, dándole un golpecito en el hombro y riendo.
— Lo supuse. Ven, vamos a la cocina— Ambos caminaron hacia la misma.
“Siempre tan… él.”, Akihiko pensaba. “Distraído, un poco patoso pero encantador”, suspiró. Estaba resignado. Nunca lo vería como él quería. “Ese traje le sienta tan bien”, pero eso no le impedía deleitar su vista. Le siguió por detrás, contorneando las formas de su cuerpo que eran invisibles bajo el traje azul oscuro.
Si tan solo alargara su mano un poco más… ¿Lo alcanzaría? ¿Lo perdería?
En ese instante le pareció tan lejano y ajeno a él.
— ¿Qué te parece? — salió de su ensimismamiento y miró la variedad de platos secundarios, ensaladas y acompañamientos que estaban sobre el desayunador.
— Se ven genial, pero ¿no es demasiado?
— No lo será. Seremos cinco esta noche.
— ¿Cinco?
— Sí — Akihiko notó una expresión rara en aquel rostro que tanto conocía. No distinguió que era.
Un mal presentimiento le invadió. Algo no iba bien en eso… ¿Qué podría ser?
—Oh, toma. He traído un vino— le entregó la botella.
— ¿Aún tienes esa bodega? — preguntó preocupado Takahiro. “Ah, tan él”, suspiró con el atisbo de una sonrisa formándose en la comisura de sus labios, dejando de lado esa sensación inexplicable.
****
Unas pocas horas antes de la cena, Keiichi estaba con Misaki, intentando explicarle física.
Llevaban un par de horas en ello, luego de ofrecerse a ayudarle en el poco tiempo que quedaba.
Si bien Misaki no era una luz, no era ningún estúpido.
Claro que como cualquier japonés de secundaria sin estudios particulares, tenía un manejo pobre o rústico, mejor dicho, del inglés. Otra materia que no era su fuerte era trigonometría. Eso sin mencionar química. Pero a pesar de su aparente desacuerdo con los números y las fórmulas, materias como estadística o programación de sistemas no le eran tan adversas. Contabilidad también le gustaba.
Era normal, como cualquier persona tenía sus fuertes y sus debilidades.
— ¿Por qué usas esa fórmula allí? — preguntó, indicando un error en la resolución de un problema de física.
—Eh…
— ¿Al azar? —rió y le revolvió los cabellos. Esos contactos se habían vuelto usuales, familiares. El temor había desaparecido con el paso del tiempo gracias a su fuerza de voluntad a enfrentar el pánico.
— Sí. Lo siento… — suspiró.
— Pero si de algo te sirve, no estás tan desencaminado. Lo que necesitas es otra fórmula y habría dado. El proceso hasta éste punto estaba bien. Recuerda que no te está pidiendo el calor liberado, sino la capacidad calórica — indicó.
— De acuerdo. Entonces…— agarró sus apuntes y releyó unas líneas— ¿Es ésta la que necesito? — preguntó, mostrando la fórmula
— Exacto — sonrió.
Misaki terminó ese problema luego de un par de minutos en los que no se lograba desprender de la calculadora y su mano escribía garabatos por números que solo él entendía. Se estiró relajando sus tensos músculos. Estaba satisfecho con su progreso.
La ayuda de su sempai le había venido al pelo, pues ya había topado con su límite en el autoestudio.
Y eso solo había sido una parte de todo lo que ese hombre había hecho por él.
Si tenía que ser honesto, no le alcanzaría una vida para agradecerle lo mucho que había hecho por él en ese corto lapso de tiempo.
Gracias a él había logrado superar aquello que tanto le preocupaba: el miedo al contacto. Ya no tenía ese pavor irremediable al caminar entre multitudes, ni temía subir al metro. Estaba eufórico.
Aún no era hora de ir a casa. Eran las seis, y el sol seguiría iluminando el firmamento por un par de horas más, por lo que podían perder algo de tiempo, juntos. O eso creyó.
— Takahashi-kun, ¿no es ese tu celular vibrando? — preguntó Keiichi, percibiendo el temblor del bolso, ya que el móvil estaba en silenciador.
— Tienes razón. Gracias— Misaki cogió el aparato—. ¿Hola?
“— Hola, Misaki — esa inconfundible voz era de su hermano, el único que, salvo por Keiichi, se tomaba el tiempo de llamarle.”
— ¿Sucede algo?
“— Oh, nada. ¿Estás con tu sempai? —preguntó curioso con un tono pícaro, burlesco.”
—Sí, estaba estudiando
“—Lamento interrumpirte, pero es importante. Necesito tu ayuda. ¿Puedes volver a casa? Oh, y de paso invita a tu sempai a comer. Nos vemos.”
— ¿Qué? ¡No! ¡Oye! —antes de siquiera tener tiempo de reclamar la llamada se cortó. — ¡Aish! ¡Nii-san! — se quejó a su teléfono, como si aún pudiera oírle.
— ¿Sucede algo? — Keiichi comenzó a organizar las hojas y los materiales que utilizaban, despejando un poco la mesa para poder seguir con inglés luego de terminar con los ejercicios de física.
Eh, no estoy seguro. Oye, sempai… ¿Quieres ir a comer a mi casa? — le invitó aún sin saber porqué su hermano insistía en conocerle.
— Claro —asintió rápidamente—. ¿Alguna razón para la invitación tan repentina?
— Creo que mi nii-san quiere agradecerte por cuidar tanto tiempo de mí— Misaki estaba tan confundido como Keiichi—. Déjame ayudarte con eso.
Ni bien terminaron de guardar todos los apuntes, fibras, marcadores y lápices; la calculadora y los libros, Misaki esperó a que Keiichi cogiera unas cosas y partieron a su casa.
— Adiós, Hana-chan — saludaron ambos a la joven.
Parecía increíble lo rápido que se había familiarizado con Keiichi y con todo lo que lo rodeaba: su hermana, su casa, sus costumbres… su tacto, su cercanía.
— Adiós, nii-chan. Adiós, Misaki-san Respetuosamente hizo una reverencia con la cabeza, despidiéndolos.
Fuera del ambiente climatizado de la casa de Keiichi estaba insoportable. Ir caminando no era una opción. Y por más que Misaki odiara pedirle favores o hacerle gastar gasolina a Keiichi, ir en subterráneo equivaldría a un maldito horno.
El cielo estaba despejado y no había el menor atisbo de lluvia ni viento.
“Aún es temprano. ¿Qué necesitará nii-san?”, se preguntó Misaki.
Al igual que a muchas cosas, ya conocía el modo de manejar de Keiichi. Se preguntó una vez más qué habría sido de él si nunca lo hubiera conocido, y no supo la respuesta... tal vez y aún debería ir en bicicleta esquivando el contacto de la gente y sin haber podido contactar con sus amigos otra vez. Cada que lo analizaba, agradecía al cielo que a pesar de hacerle enfrentar todas esas penurias, hubiera un descanso a su carga. Keiichi era ese descanso. ¡Y cómo le necesitaba!
Cuando estuvieron lo suficientemente cerca de su casa su mente volvió a la tierra.
Echó un vistazo rápido a Keiichi. Éste llevaba, como siempre, sus gafas. El cabello caía descuidadamente sobre su rostro, sin un orden aparente. El perfil de su nariz era recto y sus labios carnosos.
De algún modo le transmitía una sensación parecida a la que Takahiro le brindaba… esa de que se sentiría seguro a su lado.
Tras unas cuadras más, el auto se hizo a un costado. Keiichi ya conocía de memoria el camino a esa casa aunque nunca antes había entrado a la misma. Estaba algo nervioso aunque no hubiera razones para estarlo.
— ¿Y bien? — preguntó Keiichi, de repente un tanto incómodo.
— ¿Y bien? — repitió la pregunta.
— ¿Qué crees que…?
—…— suspiró— no tengo idea… Si tan solo entendiera un cuarto de todas las cosas que Takahiro piensa…— murmuró aún más bajo.
— ¿Vamos? —Se bajó ansiosamente, esperando por él para dar paso tras paso, aún a pesar de que él caminaba más rápido.
— Vamos— Nuevamente le imitó.
Con sus nuevas llaves abrió la puerta y ambos entraron. No había nadie allí y eso les sorprendió.
“¿Takahiro? ¿Dónde estás, nii-san?”, se preguntó, dejando al sempai esperándole en la planta baja y yendo directo a la habitación de éste. Pero no le encontró allí. Recorrió cuarto por cuarto. “¿Dónde?”
Al bajar le encontró discutir animadamente junto con Keiichi de un tema que desconocía.
— Oh, hace no tanto— le escuchó decir a Keiichi.
— No eres en lo absoluto como esperaba — mencionó Takahiro.
— ¡Nii-san! Te busqué por todos lados, ¡estaba preocupado! ¿Qué hacías? — irrumpió Misaki, impaciente e intrigado. Odiaba ser dejado de lado en las conversaciones
— Hola, Misaki —Sonrió extrañamente, aunque se notaba su buen humor, por lo que ignoró aquella rareza.
— Hola, nii-san. Déjame que los presente. Nii-san, el es mi amigo y sempai, Sumi Keiichi-san. Sempai, el es mi querido hermano, Takahashi Takahiro— Ambos se estrecharon las manos como cortesía —. ¿Qué era lo que necesitabas? — Misaki fue al punto.
— Primero que nada, Sumi-san, ¿Te quedarás a cenar?
— Si soy bien recibido, creo que estaré encantado de quedarme
— De acuerdo entonces… Misaki, quería pedirte si por favor no podrías preparar una cena como para cinco personas hoy. Es importante — Nuevamente tenía esa cara de atontado por la felicidad, que aunque le pareció extraña, Misaki prefirió ignorar—. ¿Necesitarás ayuda? En serio lamento… interrumpirte… — murmuró, un tanto incómodo.
— Oh, no te preocupes, puedo arreglármelas por mi mismo — Sonrió—. Tengo fe en mi cocina al menos.
Takahiro se retiró, aún dudando respecto a sempai. “Creí que se encontraba con su novia. Qué extraño… Tal vez si estaba estudiando y se encuentra otros días con su novia… Sí. Eso ha de ser”, se convenció a sí mismo, pues prefería pensar eso a creer que su hermano estuviera saliendo con ese sempai.
No le había caído mal, pero era más simple de asimilar de ese modo.
Misaki comenzó a buscar los vegetales que esa mañana había comprado su hermano, previendo que esa noche habría que preparar una cena. Éstos estaban en el refrigerador, junto con una botella de champan. ¿Qué tanto había que celebrar?
Suspiró.
Keiichi se había sentado al costado del desayunador, mirando atentamente cómo Misaki se desplazaba de un lado a otro buscando los recipientes, fuentes, ollas, cuchillos y demás que fueran necesarios.
Sus desplazamientos eran fluidos y salvo para conversar alguna que otra trivialidad, no se detenía.
Misaki sabía perfectamente cómo moverse allí, y se notaba en su rostro su comodidad y confidencia en su habilidad al cocinar.
Keiichi se sintió curioso nuevamente, ¿Qué era lo que tanto le gustaba? ¿Por qué sonreía tan abiertamente mientras preparaba la cena? Dudas que quedarían pendientes para otro día.
Sin darse cuenta pasaron dos horas en las que Keiichi solo había mirado como su objeto de admiración iba de un lado a otro, sin atreverse a irrumpirle. Solo contemplando como su rostro se destensaba aún más.
— ¿Quieres una cerveza, sempai? — preguntó cuando ya casi todo estaba listo. Solo faltaba terminar la cocción de los medallones de merluza gratinados.
— Siempre acepto una rubia — comentó con una sonrisa en los labios.
— Oh, ¿las prefieres rubias? — rió Misaki.
— Por lo general, sí. Aunque últimamente me quedo con las morenas.
— Creí que seguíamos hablando de cerveza— comentó, notando que claramente Keiichi hacía alusión a alguien. ¿Quién? Misaki no lo supo.
El castaño de cabello chocolatoso buscó por todos lados, pero no encontró en ningún lado la cerveza.
Sempai, lo siento. Creo que se ha acabado la cerveza— se disculpó—. Pero no se preocupe, ahora iré por unas más.
— De ninguna manera. Ya ha oscurecido y…
— Ya no soy un niño, sempai. — Misaki se ofendió un poco ante el trato tan cuidadoso— Puedo ir solo. Tengo 19. Soy un hombre.
— No lo decía por eso, pero si insistes en ir, déjame acompañarte
Misaki sopesó cuidadosamente y asintió. Ambos salieron, no sin antes acomodar la mesa y la presentación de los patos.
Al ver que no inmiscuía la cocción ni manufacturación de alimentos, Keiichi hizo todo lo posible para compensar su inutilidad, acarreando cosas de un lado a otro.
Y cuando la merluza estuvo cocida, finalmente dejaron la casa.
*
Akihiko y Takahiro se habían sentado a conversar luego de descorchar la botella que Akihiko había llevado. Takahiro controlaba minuciosamente que su amigo no tomara de más, y en lo posible, evitaba que lo hiciera.
— ¿No puedes confiar un poco más en mí? Ya lo he dejado. He superado esa etapa —sonrió Akihiko, sintiéndose sobreprotegido por su mejor amigo. Era halagador, pero al mismo tiempo un poco incómodo. Después de todo… era por él por quien había comenzado su problema con el alcohol.
— Lo sé. No es que no confíe en ti, Usagi— confesó Takahiro, un poco afligido—. Es solamente que me da miedo. Tú puedes no recordarlo tan bien como yo lo hago, pero creí que no lo superarías. Creí que eso te destruiría. Y no quiero perder a alguien importante para mí otra vez. Tú sabes que solo me queda mi hermano, tú y Kana. Ustedes son mi mundo — sonrió amargamente—, y no puedo dejarlos ir tan fácilmente.
Akihiko sintió su pecho contraerse. No supo cual de todos los golpes le dolió más, la mención a aquella que ocupaba el lugar que él había ansiado por años, Kana; o la mención al hermanito que había resultado herido por su culpa, Misaki.
—…— Akihiko tragó en seco, sintiendo su garganta más deshidratada que nunca. Se acomodó, pues amos estaban en un sofá, uno al lado del otro; y, le palmeó la espalda. — Te comprendo — murmuró, aunque no, no sabía bien cómo se había sentido. Solo tenía una idea vaga. Y eso le era suficiente.
Ambos callaron. Ninguno sabía que más aportar al respecto. Pasaban los minutos y Akihiko nuevamente notó el lugar sobrante. “¿Quién demonios es esa quinta persona?”, se preguntó a sí mismo. ¿Sería la pareja de Misaki? ¿Un amigo? ¿Una amiga? Fuere quien fuere, intuyó que tenía más que ver con Misaki que con Takahiro. “Ésta persona… ¿sabrá lo de Misaki?”, quiso que no. Realmente lo deseó.”Si lo sabe, ¿lo dirá? Puedo fiarme que Misaki no lo hará, pero, ¿y ésta persona?”.
Sorbió de su copa un trago profundo, sintiendo culpa. Sintiéndose egoísta nuevamente. “Y si lo sabe y lo dice, ¿debo de ponerme tan ansioso? ¿No es mejor enfrentar la realidad y el odio de quien amo a una sonrisa que desconoce las cosas?”
La puerta blanca de la entada se abrió, interrumpiendo cualquier pensamiento que pudiere albergar.
“Así que es él”, su mirada chocó con la de un joven. Impertinentemente, éste hombre le devolvió la mirada, penetrándolo con ella. Había tanto odio cargado en aquellos ojos que lo miraban a él y a nadie más, que no necesitó preguntar nada, ni saber su nombre, ni quien era… “Lo sabe”.
*
Takahiro se levantó.
— Ya han vuelto, vengan. Los presentaré— Ignorante a la situación, se dirigió conciliadoramente.
En ese instante una segunda figura surgió detrás de la primera. Una más esbelta y pequeña.
Los ojos de Misaki se abrieron, sorprendidos. Aunque sospechaba que era probable que eventualmente Akihiko visitara a su hermano, había deseado que no sucediera.
Instintivamente se escondió detrás del cuerpo de Keiichi y tapándose más con el de Takahiro.
Pero era inevitable. Sus ojos no podían apartarse de aquel hombre. Y los ojos penetrantes y de un color extraño, entre azul y violeta, de Akihiko también le seguían.
Las convulsiones y el pánico lo invadieron como la primera vez que tocó a Keiichi. No. Era incluso peor.
Su mente divagaba y no podía concentrarse en las palabras de su hermano.
Hizo una reverencia solo porque algo en su subconsciente le dijo que debía hacerlo, pero sus pensamientos eran inconexos.
Podría desmayarse de un momento a otro. Podía vomitar. Todo giraba y él estaba tan confundido. Era un borrón inteligible.
— Mi nombre es Sumi Keiichi— al hablar, sempai le agarró la mano haciendo una presión fuerte.
Ese contacto fue suficiente para traerlo de vuelta a la realidad, para aclarar su mente. Pero eso no le quitó el miedo abominable que sentía.
— El placer es mío— esa voz. Esa jodida voz tan profunda y grave. — Usami Akihiko. — le tendió la mano a Keiichi.
Misaki no le tocó. Se mantuvo apartado. Le miraba y le saludó con la cabeza, pero su cuerpo mantenía una distancia segura de dos metros entre ellos.
Claramente no era ningún gusto… pero era algo que ya no podrían seguir evitando. Debían de verse las caras por mucho que lo odiaran.
*

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Continuación

Cap 8

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