Destino enadenado
Autor: hanachan
Capítulo 9
Incómodamente insoportable
***
Takahiro y Keiichi conversaban. Akihiko acotaba algo cada tanto. Pero para Misaki había sido imposible. No tenía las agallas para hablar sin romperse a llorar frente a todos. “¿Realmente creí que podría evitarlo por siempre? ¿O dejar atrás lo que me hizo?”, difícilmente y había comido algo de lo que había preparado. “Debo de enfrentarlo. Ese hombre es el mejor amigo de mi hermano. Volveré a verle quiera o no.”
Le resultaba vergonzoso el haber tenido que sostenerse del brazo de Keiichi para que sus rodillas no le vencieran y se desplomara en el piso cuando lo vio al entrar a casa. El tenerle a su lado le ayudó a controlar el temblor de sus piernas y mantenerse erguido bajo aquella mirada violácea.
— Vaya, Takahashi-kun— mencionó Keiichi. Giró su rostro, aunque no sabía que decir. No había prestado atención en lo absoluto—. ¡Tu comida es deliciosa! ¿Nunca consideraste convertiste en chef?
— Eh— su mente estaba un tanto entumecida—. No realmente.
— Pues deberías. Es fantástico. Tus hijos estarían muy felices de comer este tipo de comidas todos los días, ¿no cree usted, Takahashi-san?
—…Claro— Algo había en el tono de Takahiro que sonaba extraño. En ningún momento había olvidado la primera impresión que Keiichi le había dado, ni su confusión. Por lo que seguía un poco perturbado por aquel modo de su hermano de ‘salir del armario’.
— ¿Sucede algo, Takahashi-san?
— ¿Eh? ¿Por qué lo dices?
— Nos mira a Takahashi-kun y a mí como si hubiésemos cometido un crimen — Comentó, ya un tanto incómodo por tanta observación.
Misaki comenzó a prestar un poco de atención a lo que decían, ya hartándose de no poder pensar en nada que no fuese Usagi-san. Agarró su vaso y jugó con él, dando vueltas el agua hasta decidirse a tomar un poco más.
— Oh — Takahiro se sintió descubierto. Sus mejillas se ruborizaron, pero su compostura no cambió —. Bien, me he estado preguntando… ¿Ustedes son pareja?
Misaki se ahogó con uno de los pocos sorbos que le había dado al agua en su vaso, tosiendo dramáticamente. “¿Qué diablos le ha dado esa impresión?”, pensó, estaba avergonzado.
— No. No. En lo absoluto, nii-san. ¡¿Cómo se te ha ocurrido?!
— No te exaltes. Vamos, que es lo único que he podido pensar desde que dijiste que vendrías con ‘sempai’ a casa. ¡Creí que sempai era tu novia!
— ¡Que no! — Al menos su mente había olvidado parcialmente al escritor… era un progreso—. No es mi pareja ni nada.
— Entonces es a su casa donde vas todos los días, ¿o me equivoco?
— No se equivoca — Interrumpió Keiichi, sintiendo gracia por la concusión de Takahiro. “¡Ya quisiera yo que ese fuera el caso!”, pensaba Keiichi para sus adentros—. Pero no soy el Sumi con quien sale Takahashi-kun.
Akihiko sintió interés luego de haber pasado del tema completamente
>> Es con mi hermana con quien sale, no conmigo. Va a casa a verla y a estudiar. Como he dicho, sería un muy buen yerno— Sonrió. Esa sonrisa camuflaba las punzadas que se clavaban en su pecho por sus propias palabras, pero no podía hacer mucho. Misaki lo veía como un amigo. Un hermano. Y como tal tenía que salvarlo en esas situaciones
— Así que con esa cara delicada tienes una chica— murmuró Akihiko, un tanto sorprendido.
Takahiro se había metido de fondo en una conversación con Keiichi, intrigado por su supuesta cuñada. Estaba emocionado y como todo un cotilla, no dejaba en paz a Keiichi.
— ¿Qué le pasa? — se enojó Misaki.
— Oh, nada. Solo que casi me creo la mentira.
— ¿A Qué se refiere? ¿No cree que pueda tener una novia?
— ¿Con ese rostro? ¡Sí, claro! Si me hubieses dicho que ese sempai era con quien salías, mis dudas se habrían ido, pero veo que sigues solo. ¿Qué sucede? ¿No me has olvidado? — Akihiko no supo por qué, pero esa expresión le resultaba tan divertida. Sentía culpa. Quería disculparse. Pero aún así insistía en molestarle. ¿Qué era aquello que lo hacía tratarlo de ese modo? ¿Por qué no podía simplemente decir ‘lo siento’ como alguien normal?
— ¡Cabrón! — susurró enfadado, mirando de reojo a su hermano. Éste estaba charlando amenamente y no le escuchaba —. Sabe muy bien sus acciones y, ¿se afama de ellas? ¿Cree que eso que me hizo es algo bueno? ¿Qué diablos anda mal con su cabeza? ¿O tan poca moral tiene?
— No hables de mí si no me conoces, mocoso— se sintió tocado. Bien, vale, ya no se sentía con ganas de molestar al chiquillo—. Si lo que te preocupa es que te toque, no tienes porqué. No quiero nada contigo ni con tu culo, así que sal de tu fantasía que no follaría contigo aunque me pagaras.
— Mejor — cortó Misaki. “¡Como si pudiera creerle!”, se negó a aceptar solo eso. ¡Quería una disculpa, no eso!
Giró su rostro. Sus manos temblaban sin control, por lo que las escondió bajo la mesa. Mantenía los dientes apretado. Estaba soportando bastante bien, eso creía. Eso se lo debía exclusivamente a su sempai, lo reconocía.
Tal vez esa sensación de estar parado en el borde de un abismo al estar con Akihiko nunca desaparecería, pero al menos podía dar un paso atrás. Ya no se sentía que algo lo empujaba a caer, ni se sentía inmóvil. Ahora podía retroceder.
****
“Eres más fuerte de lo que pensaba, Misaki”, Keiichi, a diferencia de Takahiro, sí había escuchado la conversación. Quería intervenir, pero eso significaría que Takahiro escucharía también.
Cortó un pedazo de merluza y se lo llevó a la boca junto con un poco de ensalada Waldorf y otra que no sabía cómo se llamaba pero estaba exquisita. ¡Joder, que eso era mejor que ir a cualquier restaurante! “Algún día le diré que me cocine como pago por la tutoría”, pensaba.
El timbre sonó.
Takahiro se paró y una sonrisa se formó en su rostro.
Parecía haber estado esperando ese momento y se apresuró a atender a aquella persona que estaba tras la puerta.
— ¡Vaya! Finalmente estás aquí— El silencio reinaba en la mesa. Sabían que si el tema no había surgido hasta ese momento, lo más probable es que la razón por la que estaba allí era la persona que Takahiro había estado esperando.
— ¡Sí! Lamento haberme demorado tanto, pero debía solucionar un problema con unos documentos antes de venir.
Esa voz era muy familiar para Misaki. No le sorprendía nada su presencia e, incluso, le parecía un tanto idiota el haber dudado de quién sería.
—Vamos, pasa. — El sonido inconfundible de unos tacos resonó. — Ahora sí estamos todos— anunció Takahiro—. Misaki y Usagi ya conocen a Kana, pero Sumi-san aún no, por lo que los presentaré. Ella es Mio Kanae, mi novia— una sonrisa estúpida se formó en el rostro de Takahiro que se borró al continuar con las presentaciones—. Él es Sumi Keiichi, el futuro cuñado de Misaki.
Se tendieron las manos y la cena continuó.
La mujer era alta, pero incluso con tacones no llegaba a la altura de Takahiro. Su cabello era castaño oscuro, más oscuro que el de Misaki, aunque no tan negro como el de su novio. Sus ojos eran café y su piel era pálida, sus labios eran finos y tenía un cuerpo delgado pero con curvas. Tenía la apariencia seria y a la vez agradable que Takahiro buscaba.
Era una joven admirable, trabajadora y muy hermosa. Lo cual era notable incluso por su atuendo bastante recatado. Una camisa blanca, una falda un poco más arriba de las rodillas de color negro y tacos blancos; llevaba una campera a juego con la falda en el brazo.
Akihiko se sentía doblemente incómodo con su llegada, pero era soportable. Era algo que le gustase o no, debería sobrellevar. “Soy su amigo, es mi privilegio el estar junto a él, ayudarle, estar para cuando él me necesite. Así como el verle sonreír felizmente”.
*
— Sabes, Misaki-chan — Kana fue la que habló—, cada vez que como una de tus comidas me deprimo. ¡Es un bajón a mi autoestima que no te imaginas! — su tono no era muy serio, pero se notaba la verdad tras sus palabras. — ¿Cómo haces para cocinar tan bien? Adoro tus comidas. Son exquisitas.
— Oh, no es nada — sus mejillas ardieron aunque el recordar le atormentó un poco el corazón—. Cocino desde hace años para nii-san. Es solo la práctica.
La cena transcurrió con lentitud. La charla era insulsa, trivial. Akihiko, indiferentemente de la presencia no grata de aquella mujer, ciertamente hermosa, joven y con buenas cualidades de esposa, dando su opinión libremente. Misaki se sentía más cohibido, aunque Keiichi lo ayudaba a expresarse.
Akihiko notó aquello, esa química extraña entre ambos. Era muy claro ver que Keiichi miraba a Misaki con otros ojos, pero no estaba muy seguro si era recíproco. Tampoco de si aquello era bueno o malo… Por mucho que lo pensara, el hermanito menor de su amigo le seguía atrayendo. Y… ya dejando el tema homosexual de lado, su personalidad no era mala. Lo había juzgado mal en buenas primeras, pero ahora ya no había duda. Era un buen muchacho.
Cuando la comida se había reducido a menos de un cuarto de lo que había inicialmente, Takahiro se levantó, pidiéndole ayuda a Misaki. Éste le siguió a la cocina.
— Ayúdame a llevar las copas y el champán, por favor— pidió, abriendo la heladera y sacando una cubeta con hielo. Éste asintió y llevó las mismas. — ¿Te pasa algo? Estás muy callado.
—No es nada. No te preocupes
—Si tú lo dices. Vamos, llevemos esto— Volvieron rápidamente a la mesa, descorcharon la botella con cuidado y sirvieron en cada copa el espumante—. Muy bien, ahora sí. Levanten sus copas.
— ¿Algún motivo en especial? ¿O nos mantendrán con la intriga aún más tiempo?
—Ahora se los diré, Misaki. ¿O prefieres decirlo tú, Kana?
—Te lo cedo a ti, pero gracias de todos modos.
—Bien… Ya hace un tiempo Kana y yo venimos pensando esto y, finalmente hemos tomado la decisión. Daremos un paso más en nuestra relación. Nos casaremos — El silencio fue total. Claramente, esa no era la acogida que Takahiro esperaba, pero era clara la sorpresa.
Akihiko fue el primero en reaccionar. Sus ojos se abrieron y su alma escapó del cuerpo. “¿Qué diablos? Ya he renunciado a hacerlo feliz, pero encima de eso ¿se casará con ella?”. Si tragara alfileres, tal vez dolería tanto como lo hacía. Aún con ganas de llorar, con la sensación de destrozo y con el vacío creciente dentro de su pecho, su rostro se contrajo en una muestra rara para pasar automáticamente a una sonrisa. ¿Cómo era capaz de fingir? Tal vez años de práctica siendo el ‘mejor amigo’ tuvieran algo que ver. Lo había asumido. No ambicionaba ser algo más que eso, pero ello no hacía que doliera menos.
— Felicidades, Takahiro. Kana es una buena mujer. Espero que puedan ser una familia feliz juntos— Esas palabras resonaron en el pecho de Misaki. “¿Qué? ¿A él no le gustaba mi hermano?”, pensó, “Bien merecido se lo tiene, por hijo de puta”, el resentimiento le cegó. Se impuso sobre su compasión- aunque las cosas que lo lograban eran pocas y contadas-.
Tragó en seco.
—Felicidades, nii-san— sonrió, aunque algo dentro le carcomía. ¿Qué sería de él entonces? —. Por mucho que Kana diga que mi cocina es mejor, nada sabe mejor que la comida de una esposa.
— Gracias. Quería que ustedes fueran los primeros en oírlo — revolvió los cabellos de Misaki, quien no lograba componer una sonrisa sincera en su rostro. —. Akihiko— le miró—, tú también deberías hacerlo. Te conozco mejor que nadie, y sé que eres muy amable. Espero encuentres a tu propia ‘Kana’.
“¿Su propia ‘Kana’? ¿Lo dice en serio?”, le fue imposible a Misaki resoplar. Era más probable que encontrara tristeza* en un matrimonio. “Y lo tiene bien engañado si en serio cree que es alguien amable”
Con la mente sumida en pensamientos, Misaki sirvió el postre.
— Creo que estoy de sobra aquí. Lamento interrumpir, pero ya creo que debería volver— Keiichi irrumpió cuando creyó oportuno—. Espero que sean muy felices juntos. — Se dirigió a la pareja.
—Oh, claro. No te preocupes, y no eres ninguna molestia. Puedes venir cuando quieras. Oh, la próxima ven con tu hermana, así conozco a mi cuñada— Takahiro bromeó, aunque a Keiichi no le hizo gracia alguna.
—Déjame acompañarte— Misaki le siguió. Prefería escapar de ese ambiente tenso del cual la feliz pareja era completamente inconsciente. No los culpaba, no era simple de imaginar el trasfondo—. Hermano, no volveré hoy. Les dejo… la casa. —Lo dijo a propósito para cobrar una mínima venganza contra el idiota de Akihiko, logrando su cometido.
— Si los jóvenes se retiran, creo que es momento para mi partida también— Akihiko abrazó a Takahiro y le sonrió una vez más—. Disfruten de su luna de miel adelantada. Los veré otro día. Nos vemos, Takahiro
****
Las únicas luces que iluminaban pobremente la habitación del gran pent-house del famoso novelista Usami Akihiko eran la del décimo noven cigarrillo que fumaba ni bien llegar a su residencia. La luz de la luna era tenue, pues el cielo estaba ligeramente nuboso. Pero las cortinas estaban corridas y ésta entraba cas poéticamente de la misma.
“Soy tan patético…”, Akihiko yacía sentado en la punta del gran y cómodo sofá negro del comedor, con los nervios de punta, incapaz de acomodarse del todo.
“Definitivamente soy patético… Dependiendo de ésta cosa”, a sus pies se esparcían botellas de alcohol. Ya había acabado con una de vodka que tenía a medias. Luego le había seguido un par de vasos de whisky. Al tercero, su mente ya estaba tan entumecida por el alcohol que todas aquellas emociones que lo invadían se exteriorizaron.
—Takahiro… —aquella voz era más gruesa de lo usual. Estaba ebrio, pues el alcohol le había afectado rápidamente por la jodida abstinencia— ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¿Para qué hago todo esto? ¿Para qué? — arrojó la botella a la pared, en un arranque de ira. Los vidrios saltaron, esparciéndose en el suelo— ¡Mierda! ¡¿Por qué?! ¿El primero en saber? ¿En serio? ¿Tanto quieres herirme? ¡Joder, que yo te quiero a ti! ¿Cómo es que estás con esa zorra? ¿Por qué no puedes verme a mí? — con la mano golpeó la mesa ratona que estaba en el medo de los sillones. No le dolió, pero supo que luego lo haría, pues había dejado una muesca bastante profunda en la madera y su puño tenía unas astillas clavadas. No había sangre pero estaba roja.
De camino de regreso a casa había comprado una botella de ginebra que sabía iba a beber hasta acabar en un coma etílico. Caminó zigzagueante hasta donde la había dejado y sacó la misma de la bolsa. Se sirvió un poco en un vaso, derramando parte del contenido por la falta de reflejos.
Ya no sentía el sabor amargo de la ginebra, ni la quemazón del vodka al bajar por su garganta. No tenía hielo y la bebida estaba caliente, pero ¿a quién diablos le importaba? Lo tomó de un trago, sintiendo el efecto a los pocos minutos.
Su mano recorrió el puente de su nariz. Cerró los ojos y, aunque quiso contenerse, no pudo evitar dejar caer una lastimosa lágrima de sus ojos. No era nada comparado al caos interno que tenía, claro, pero era todo a la vez… si tan solo no… si no se hubiera enterado nunca… si solo no la hubiera elegido a ella…
“Si tan solo me hubieras visto, si tan solo lo hubieras hecho”
Dio una calada profunda al último cigarrillo del nuevo paquete que había comprado y, aún reteniendo el humo del tabaco en sus pulmones, sirvió un nuevo vaso de gin
El efecto fue casi instantáneo. El vaso cayó, junto con su cuerpo, que aún sentado se tambaleaba.
Al recostarse completamente y, siendo incapaz de levantarse nuevamente, el cuerpo de Akihiko comenzó a rechazar el alcohol ingerido. Su cabeza daba mil vueltas y no lograba enfocar donde estaba la maldita mesa.
El vaso del vidrio se mescló con el de la botella de vodka que había arrojado antes.
Aún en esa condición extendió la mano para tomar la ginebra y llevó el pico a la boca, sin poder servir un vaso.
— ¡Joder, que quiero más! — Exclamó a la nada. El líquido caía por las comisuras de sus labios mojando su cuello, su pecho, sus hombros, cayendo al sillón y al suelo. — ¡Hijo de puta! ¿Dónde estás? ¡Maldito! ¿Por qué me cambiaste, eh? Yo te amo.
Las lágrimas cayeron profusamente. No se detenían.
— Te amo, maldita sea— Susurró, antes de perder el conocimiento.
La casa se quedó en penumbras por completo al ocultarse la luna tras las nubes. La habitación se sentía vacía y sin vida. No había nada más que la negrura y el sonido de una débil respiración entrecortada por sollozos.
*
Al despertar su humor era aún peor de lo usual. Su estómago le dolía. Sentía que no podía pararse o volvería a caer.
Agradecía al cielo que no le doliera la cabeza, porque eso ya le habría colmado la paciencia.
Hacía mucho que no experimentaba una resaca y, sin duda alguna, no extrañaba para nada la sensación.
Su mente divagaba.
Había dormido mejor de lo que pensaba. “Gracias, señor alcohol”.
¿Qué hora era? ¿Cuánto había pasado?Los ojos le dolían un poco por la luminosidad. No se había movido un ápice, pero no era necesario. Sabía que su humor empeoraría al ver los restos de su desenfreno: el colorido vómito en el sillón, en sus ropas y el suelo; el desorden y el asqueroso aroma mezclado del tabaco, el alcohol y sus fluidos.
Recordar que a pesar de su tristeza había trabajo pendiente, que Aikawa vendría, que si lo hacía lo mataría por múltiples razones y que encima de todo, al llegar la noche querría volver a repetir el episodio, lo obligó a levantarse.
“¡Al diablo con el manuscrito! ¡Al diablo con Aikawa! ¡Al diablo con todo!”
Caminó hasta el baño y se miró el rostro. Había envejecido 5 años en una noche. Tenía ojeras, lagañas, el rostro demacrado, los cabellos revueltos, los ojos rojos y la piel sudada. Por no mencionar el aroma que despedía su cuerpo, el cual aún destilaba el alcohol.
Takahiro había encontrado a su amor. Y el suyo, el cual había sido unilateral por tanto tiempo, finalmente estaba desecho. ¿Por qué seguía queriéndolo? ¿Por qué no podía enamorarse de alguien más?
“Adiós, Takahiro…”, intentó despedirse de aquel afecto, dejarlo ir. “No. No funciona. Decirle adiós no evita que piense en él”. Pero a la única persona a la que no podría mentirle era a él mismo.
Él sabía su realidad. Su posición.
Él había elegido hace tiempo permanecer a su lado aunque fuese solo como amigo.
Ahora debía superarlo
****
— Ten, toma esto. Te servirá para dormir— le tendió un poco de ropa holgada—. ¿Te encuentras bien? ¿Necesitas algo? — Preguntó un poco preocupado Keiichi.
— Estoy perfectamente, gracias. No sé que hubiera hecho si no estuvieses conmigo ahí— Misaki le tranquilizó, aunque él mismo era un caos.
— De acuerdo. Iré a bañarme y luego volveré, ¿te parece bien? No quiero dejarte solo ahora — Intuía que su amigo no decía la verdad, le parecía entendible pero seguía preocupado.
— Ve. No es necesario. Soy fuerte, aunque no lo parezca— formó una sonrisa —. Se soportar éste tipo de cosas. Créeme.
— Se que eres fuerte. Lo noto — Le revolvió sus cabellos y se fue. Aquellos contactos eran ínfimos, pero eran el único acercamiento que Misaki le permitía de modo casual, por lo que los apreciaba. Amaba la suavidad del cabello chocolate de su kohai—. Pero incluso los superhéroes necesitan de alguien que los apoye cuando no pueden resolver las cosas por su cuenta — Murmuró suspirando para sí.
Caminó hasta el cuarto de baño y se despojó de sus ropas, dejándolas a un lado. Se miró en el espejo y recorrió con la vista su cuerpo. Se le antojó un tanto narcisista el hacer aquello cada vez que se iba a bañar, pero no podía mentir, le gustaba su cuerpo. “¿Podré gustarle alguna vez?”, se preguntó. Sus clavículas se marcaban. Tenía los pectorales bien formados y los brazos trabajados, aunque sus abdominales no estaban tan marcados. No tenía pancita, su abdomen era plano y duro. Probablemente pronto se marcarían más, pero ya de por sí era bastante decente. Sus oblicuos eran pronunciados, sus muslos y pantorrillas estaban bien constituidos. Su cuerpo, si bien no era perfecto, le complacía. “Es ridículo, pero quiero verme mejor. Quiero ser tan deslumbrante que él no pueda obviarme. Pero incluso si lo hago, ¿lo notará? ¿Le gustaré?”.
Quería creer que podía llegar a pasar. Que la posibilidad no era nula.
Ni bien terminó aquella apreciación a su propia figura, abrió la llave de la ducha y reguló la temperatura.
Al sentir el agua cálida caer sobre su cabeza, logró destensar sus músculos. El vapor comenzó a notarse y el prosiguió con su baño, con la mente lejana a ese cuarto de aseo.
“Ese hombre… ese maldito…”
Ver a una personalidad tan famosa como la del escritor allí sentado le había bajado la autoestima de un golpe.
No podía solo confiarse en el odio de Misaki hacia aquel hombre, pues él mismo lo había admirado, estimado e incluso apreciado de un modo físico en tiempos pasados. Éstos se le antojaron remotos.
Ahora comprendía que ese deseo carnal había sido una mera etapa, una preparación a aquello tan intenso que Misaki había comenzado a generar en él. Mientras más le conocía, el chico hacía estragos en su cabeza y en su corazón. Cada vez le gustaba más y más. Comenzaba a sospechar que si no se alejaba ahora, que aún estaba a tiempo, terminaría jodidamente colado de pies a cabeza. Y aún sabiendo eso no tenía el coraje de dejarlo.
Suspiró.
Ya había terminado su aseo personal, pero seguía allí, dejando que el agua callera sobre él y se llevara con ella todos esos pensamientos. Él le había dicho antes que si lo ayudaba era tal vez por interés propio, y efectivamente lo era, pero ya no sabía si seguía siendo del todo así. Se preocupaba por aquel enano no solo porque le deseara, o esperara ser notado. Algo más había. “¿Cómo puedo hacer para que me quieras? ¿Cómo puedo sanar aquellas heridas que aquel bastardo dejó en tu corazón?”
Salió de la ducha, se cambió y regresó al cuarto de invitados.
— Hey, Misaki— le llamó—, ¿quieres algo? — Al acercarse, notó que éste dormía. De sus ojos caían lágrimas y su semblante era de una tristeza profunda, una que Keiichi no lograría nunca comprender.
Se sentó a su lado y corrió sus cabellos de la frente. El sudor perlaba su frente y su cuerpo se removía, inquieto. “¿Qué tanto es lo que sueñas?”
Pasaron los minutos y él seguía allí. Miraba fijamente aquellos labios rojizos, incapaz de hacer lo que tanto ansiaba. “No. No debo hacer lo que ese hombre. No quiero aprovecharme de su confianza en mí”
— No— vió sus labios moverse y susurrar aquello—. Déjame. Por favor, no— las lágrimas se incrementaron y su pecho comenzó a moverse irregular.
“Ese hombre otra vez…”
No le conocía y le odiaba. Odiaba aquello en lo que había convertido a Misaki.
Misaki era un ser de luz. Pero lentamente estaba acercándose a las peligrosas sombras, y el temía que aquellas sombras le atraparan y robaran aquella hermosa luz que emitía.
No podía permitirlo
>> No, ya basta. Duele. Por favor— acercó su mano, dispuesto a despertarle de aquella pesadilla, pero la siguiente frase le detuvo en el acto—, madre. Mami, por favor, yo no quise. No.
Keiichi se quedó duro. “¿Qué diablos pinta su madre en la historia? ¿Qué me he perdido?”
Las siguientes palabras le resultaron ininteligibles, confusas, pero algo era claro… había algo que él no conocía de Misaki.
Cuando volvió en sí, removió su cuerpo. “A la mierda. Si él quiere decirlo alguna vez, lo hará”.
— Misaki— habló bajo para no asustarle más—, oye, Misaki.
— ¡AH! — Éste se despertó exaltado. Si antes su respiración era irregular, ahora había empeorado. Estaba agitado y miraba a todos lados con un miedo incomprensible en el rostro. “¿Qué? ¿Dónde…?”, su mente no entendía que sucedía.
— ¿Estás bien?
— ¿Qué…? ¿Era un… un sueño?
—Sí. No te preocupes.
— Gracias al cielo— murmuró, calmándose lentamente. “Hacía años no… no soñaba con esa mujer”, pensó. El pecho se le contrajo.
Por más que hubiera sido una pesadilla, no podía quitarse el sabor amargo de la boca. No podía evitar pensar en el odio que aquella mujer le profesaba. “Madre…”, de sus ojos comenzaron a caer más lágrimas. Intentó ocultarlas aferrándose a sus rodillas, pero no pudo.
— Todo está bien, Misaki. Mírame— Keiichi le pasó un brazo sobre el hombro—. Escúchame: no se que sea lo que te tiene tan mal, si es ese hombre, o qué—. Keiichi fingió no saber del asunto, aunque en gran medida era cierto—, pero créeme que no es algo que tienes que preocuparte. Tienes a tu hermano y me tienes a mí. Siempre que algo te preocupe o te haga sufrir, no quiero que lo ocultes y llores en silencio o mientras duermes— le miró fijo. Sus ojos verdes estaban acuosos e irritados, sin el brillo que amaba—. Quiero saber qué es lo que te hace sufrir y enfrentarlo a tu lado. Aunque no creas, te he tomado un aprecio muy grande en éste corto tiempo a tu lado. Te quiero, y me preocupas… eres mi ‘amigo’— esas últimas palabras le dolieron, pero sintió que eran necesarias.
Había hablado muy rápido, tanto que había perdido el aire. Inhaló una bocanada y siguió
>> No te preguntaré nada. Solo llora— le abrazó—. Tienes todo el derecho a sacarte eso de encima.
— Gracias, sempai—susurró, escondiendo el rostro en el hueco entre su cuello.
Keiichi sentía su cuerpo temblar, sollozando entre sus brazos. Tenía el hombro húmedo por las lágrimas, pero la calidez del chico lo abrumaba. ¿Cómo era capaz de querer besarle incluso en esos momentos? O en todo caso, aún más que en cualquier otro momento.
Se mordió los labios y suspiró, aprovechando de aspirar aquel aroma que desprendía y de retener en su memoria aquel momento.
“Creo que estoy comenzando a caer, cegado por tu luz. Es tan brillante, tan hermosa, que incluso cuando titila por la oscuridad queriendo atraparla, se vuelve más hermosa. Es como si el brillo se intensificara. Así de fuerte eres, aunque no te hayas dado cuenta.”
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