Destino enadenado
Autor: hanachan
Capítulo 13
Cruzar límites
***
Akihiko miraba complacido el avance que llevaba. Aunque el proyecto que Aikawa le había dado no era malo… no le convencía del todo.
Prefería hacer una historia en la que el seducido, el atrapado era el principal. Luego de vivir siendo él quien mandaba, quien iba de cama en cama, ser atrapado por un hombre que le dejaría encerrado en una burbuja. Descubrir que éste mismo hombre por el que comenzaba a sentir afecto, le había contagiado una enfermedad venérea y, descubrir que la había contraído por encamarse con otros a su espalda. Probablemente la traición de su pareja le pesaría tanto que consideraría suicidarse, pero la venganza le parecía dulce y tentadora. Finalmente, al último, darse cuenta que no había sido más que un delirio. Una confusión. Que quien había contagiado a su pareja había sido él. Que aquellos con los que supuestamente le engañaba no eran más que amigos con los que salía eventualmente, sin intenciones de por medio, que, nuevamente, todo era una alucinación suya. Que le había matado sin darse cuenta que el único que había llevado a la pareja a la destrucción había sido pura y exclusivamente él. Y por último, riéndose de su propia estupidez, de la vida de mierda y de lo irónico que había resultado todo, culminaría con el suicidio del hombre, un tanto loco, perdido, demente.
Sí. Eso le gustaba mucho más.
Akihiko se encerró casi tres días completos en los que apenas y salía.
Su teclado echaba chispas a cada tic. Sus dedos se movían inquietos sobre éste y las palabras cobraban sentido en la pantalla del ordenador.
Aikawa había pasado a darle una visita al ver que Akihiko no contestaba y le había encontrado más concentrado que nunca. No había tenido el valor de interrumpirle, por lo que se había ido pronto.
De Misaki no había tenido noticias. No tenía tiempo de pensar en él. No cuando esa verborrea de palabras parecía aparecer como magia tras sus párpados.
No había mucho amor en la historia, solo sexo y un falso sentimiento que podía pretender ser amor, pero no lo era. Y finalmente era capaz de escribir sobre algo así sin hacerlo vacío. No. Por el contrario. Era muy vivo, demasiado.
Había drama y romance también, pero mientras más lo pensaba, le era imposible definir la historia como homoerótica, por más que lo fuera.
Casi podía sentir la locura del hombre consumirle a él mismo.
El tiempo avanzó. Día, noche. Solo lo diferenciaba cundo salía por comida o por necesidades fisiológicas.
Y como cada que empezaba a marearse del hambre, salió y encontró al lado del microondas un plato preparado. Estaba tibio. “Se ha ido hace poco… ¿seguirá enojado?”
Había estado tan sumido en su trabajo que no tenía idea de si volvía a la noche o quedaba en otros lados.
“Ya es grande, sabe cuidarse”.
Calentó su plato y volvió a encerrarse en el estudio, cerrando una gran puerta de madera tras de sí. Allí donde el tiempo dejaba de ser significativo.
****
“— Sempai…— Keiichi había atendido una llamada a las 3 de la madrugada. De no haber sido Misaki quien llamaba, habría colgado. No, aún siendo Misaki podría haber colgado— Se…sempai…”
La voz de Misaki era un sollozo. Uno muy penoso, casi descontrolado. Había hipidos, sonidos que pretendían formar palabras.
Keiichi se asustó y no tardó en despabilarse del todo.
— ¿Takahashi-kun? ¿Qué sucede? ¿Estás bien? ¿Dónde estás? — Lo arrolló a preguntas
— Estoy bien— se sorbió los mocos y aclaró la garganta para hablar—. ¿Puedes venir adonde estoy? Ven. Te necesito aquí…— aquello era una súplica lastimera.
—Claro que puedo, solo dime dónde.
— Estoy en el Ritz Hotel, habitación 906 en la calle…— no pudo terminar de hablar que Keiichi le interrumpió
— Se donde es, ahí voy—colgó y salió con una musculosa blanca –su pijama-, el primer vaquero que encontró –un poco grande y caído-, y unas zapatillas sin cordones- lo más rápido de calzar-.
El tráfico era casi nulo, pues solo unos cuantos se aventuraban por esas calles a la madrugada. Aunque era viernes, por lo que la zona cercana al hotel, a varios antros, discos y algún que otro motel- todos exclusivos, pues la zona era costosa-, estaba mucho más llena.
Condujo como un loco, aprovechando que nadie lo pararía.
Aparcó el auto en una zona segura y comenzó a caminar en dirección al Ritz. “¿Qué diablos hace Misaki en un hotel de clase alta?”
Entró y los guardias quisieron detenerlo por sus fachas.
— Cuidado a quien tocas o te quedas sin trabajo. Soy un Sumi, y el dueño me conoce muy bien— El renombre de su apellido era útil, aunque odiaba usarlo, si su amigo estaba en un aprieto, a la mierda su orgullo.
— Oh, lo siento, señor. Creí que…
— Basta. Mi amigo se hospeda aquí y vengo de visita— se sacó de encima a los tipos y al recepcionista que parecía querer disculparse por el atrevimiento de los guardias al querer sacarlo, pero los corrió. — Estoy ocupado, señores. Es importante. Veremos asuntos diplomáticos en otro momento.
Ni bien logró escabullirse a la habitación, entró sin llamar.
Había olor a perfume de mujer. Le recordaba mucho al que su hermana usaba… algo así como ‘Hypnotic Poison’ o algo por el estilo.
En el centro de la habitación estaba Misaki sentado sobre una cama de dos plazas.
Le desconcertó verle de aquel modo. Recordaba algo semejante en tiempos pasados, pero creía que ya no… que no estaba tan afectado. Pero esta vez, ¿era por Usami o por su madre? Quería respuestas, pero seguía avanzando a tientas.
Se acercó a él, pero Misaki no parecía notarle a él, ni a nadie. Lloraba, temblaba. Estaba ido. Parecía sumido en un mundo de tinieblas y pesadillas, distante a cualquier realidad, pasada o presente.
— Takahashi-kun— su voz fue un susurro que no logró traerle de vuelta de aquel mundo lejano—. Takahashi-kun— volvió a llamarle, dando otro paso. Veía sus ojos rojos mirar a la nada. No lo cubría. Lágrimas caían por ambas mejillas. Era desolador y atemorizante.
Apoyó su mano. Misaki giró, sobresaltado y comenzó a gritar.
Se sintió aturdido, asustado. Misaki lo revoleo…
— ¡No! ¡Vete! ¡VETE! ¡NO! ¡NO ME TOQUES! — iba subiendo el tono. Comenzó a arrojar almohadones-lo único a ano en ese momento-.
Keiichi estaba en el suelo. El estruendo había sido impactante, pero Misaki estaba allí… luchando contra un ser invisible.
Tomó aire y se paró una vez más. Con calma, preparado para su reacción se acercó.
— Takahashi-kun…no, Misaki… Misaki, cálmate. Prometo que no te heriré. Sabes que no lo haré— susurraba. Apoyó su mano sobre su hombro suavemente. Un contacto casi inexistente.
Fue la lentitud y la paciencia que Keiichi tenía lo que lograron acallar los gritos y calmar los movimientos bruscos. Le tomó 10 minutos lograr eso- en los que recibió más de un golpe-, pero era un progreso.
>> Así es, Misaki, no te haré daño. Te quiero demasiado como para herirte…— solo en sus ataques se permitía confesarse tan abiertamente.
Le tomó otros cinco minutos que el llanto cesara, y para ese punto había logrado que el contacto con solo su hombro se convirtiera en un ligero abrazo.
Le sostenía, pues se había dormido del cansancio de tanto llorar.
“Tercera vez. Joder, Misaki, ¿cómo quieres que no me preocupe por ti si cada que me descuido pasa esto? ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Cómo puedo ayudarte?”, Keiichi se sentía impotente. Le amaba y no podía besarle aunque era lo que más deseaba. Le ayudaba, le perseguía, le mostraba de mil y un formas su afecto… pero Misaki, solo no lo veía. Parecía no interesarle, y eso, lejos de irritarle, le cansaba.
Estaba hartándose de aquella situación.
*
— ¡Al fin despiertas! Creí que habías muerto— Misaki estaba aturdido. Estaba en una habitación que no conocía, pero esa voz era demasiado familiar.
Al lado de su cuerpo, en la misma cama que él estaba su sempai, y muy extrañamente no le incomodaba.
Le tomó un minuto completo caer en cuenta de por qué era así.
Había pasado solo un par de horas desde que le había llamado para que le auxiliara, por lo que el efecto del alcohol aún afectaba su cuerpo.
— Lo siento…
— ¿Eso es lo único que me dirás? ¿Lo siento? — no estaba enojado pero necesitaba más que solo eso. — Planeaba darte tiempo para que sacaras el tema luego, pero tu abriste la puerta— su rostro se volvió serio—. Dime, ¿qué sucedió, Takahashi-kun? — Era algo frívolo, pero dolía tener que volver a llamarle por su apellido.
—…— Misaki se sorprendió por ese hablar casi agresivo pero puntual. Lo reconsideró—. Es justo. Te lo diré…
— Te escucho
—Aún estoy algo bebido, pero recuerdo vagamente las cosas— se excusó para luego proseguir—. Anteayer vagué fuera de casa todo el día y dormí en un hotel barato porque no quería volver con el idiota de Usami. Había estado haciendo eso por unos cuantos días ya, y ayer hice casi lo mismo, salvo que quería divertirme. Estaba resentido con ese bastardo por tratarme como a un muñeco. Quería follar— aquellas palabras fueron duras para Keiichi, pero le siguió escuchando, aunque deseara decirle que si eso necesitaba… él también podría dárselo—. Quería borrar esos recuerdos acostándome con una mujer… Y casi lo hacía.
Aquello fue aún más duro para Keiichi. Se sentó a su lado le abrazó, solo para que de ese modo no notara su rostro contraído por el dolor.
—Sigue
— Una mujer de dinero, esas que tienen apariencia de diva y van bailando con maritinis por las pistas… hicimos buena conexión –no me preguntes cómo ni porqué- y, de un modo u otro terminamos en un hotel…— Suspiró—. Mentiría si dijera que me gustaba más que solo por su cuerpo, pero no pude llegar a nada. No solo no pude… ya sabes… levantarla, sino que cuando intentó quitarme el pantalón comencé a marearme y a sudar frío. Luego todo se volvió confuso, por lo que no recuerdo nada. Solo sé que le gritaba que se fuera. Ella me llamó loco, estaba hecha una fiera. Me arrojó su tacón, incluso, y no sé de cómo no me golpeó. Luego... luego estaba histérico. Te llamé de la desesperación… era como estar en un borrón. Algo que era distante y a la vez cercano a este mundo. — Parecía ponerse más y más tenso conforme avanzaba en la historia, pero Keiichi le detuvo.
—Es suficiente. No necesito saber más— no era necesario fingir. Estaba aliviado de que estaba bien en general, que solo era otra faceta de su paranoia. Una de las tantas secuelas que había tenido.
—Gracias— Misaki se dejó abrazar. Reconocía ese perfume varonil del que incluso el mismo Keiichi era inconsciente, le relajaba. Era muy distinto abrazar a Keiichi. Era un abrazo desesperado. Necesitado.
Misaki había comenzado a desarrollar una dependencia por Keiichi de la que no tenía idea. Una que superaba a la que tenía por su hermano. Una que lo arrastraba a él cada que necesitaba una mano, y que comenzaba a aparecer más frecuentemente.
De no ser porque le parecía cómica la idea, tal vez lo hubiera considerado. De no ser que había sido un hombre el que le había hecho sufrir lo que ahora sufría, tal vez habría notado con más rapidez que su amistad con Keiichi era distinta a cualquier tipo de amistad previa. Que incluso sus sentimientos por éste no eran tan simples como aquellos por los de solo un amigo. O un mejor amigo. ¿Amor? Probablemente uno muy fraternal. ¿Cariño? Sí. ¿Apego? Sí. ¿Atracción? …
Pero aun no podía saberlo. ¿Cómo podría?
Se aferró más a su cuerpo y notó el abrasador retumbar del corazón ajeno. Era acelerado, errático, casi como el suyo propio, aunque por razones muy distintas. Un sonido que lo ayudó a sentirse relajado.
Keiichi miró a través de esos ojos verdes. Eran profundos, líquidos, como piscinas en las que adoraba sumergirse. Cristalinos. Hermosos, como todo en él.
¿Podía seguir aguantando más? No quería. Estar con él o dejarlo ir, no tenía valor para ninguna de las dos.
— ¿Esa mujer te besó? —preguntó, casi sonaba inocente, mera curiosidad.
— Si... —confesó sin pudor.
— ¿Eso no te asustó?
—… — Misaki esta vez sí tenía vergüenza de afirmarlo, pero Keiichi lo leyó en su actuar.
— Y aún así seguiste…— eso era una reprimenda.
— Creí que solo eran nervios— intentó defenderse— pero… — suspiró— no debería haberlo hecho. Me siento sucio. Asqueroso. Como… ya sabes. Eso.
— ¿Puedo limpiarte de lo que te ha hecho? — preguntó. Misaki le miró confundido y sin entenderle.
Era algo que sonaba estúpido hasta en sus propios oídos, pero Keiichi no estaba lo suficientemente ávido como para pensar correctamente.
— ¿A qué te ref…? — los labios de Keiichi se apoyaron sobre los suyos. Fue un contacto ligero, como cuando comenzaba a tranquilizarlo.
Misaki estaba perplejo, pero no había rechazo. No por algo tan leve. Sabía que Keiichi sentía una atracción por él… incluso había pensado maneras de rechazarle alegando que solo era un amigo, pero ahora sentía esos pensamientos muy lejanos. Simplemente no podía alejarle.
Keiichi se acercó hasta que quedara una distancia ínfima.
— ¿Quieres intentar? —susurró. Sus ojos eran candentes, pasionales. Atravesaban la mirada esmeralda del chico. Le decían sin palabras lo que siempre utilizaba para consolarle, esa frase que siempre repetía: ‘te quiero, te quiero y no te heriré’.
Aquello que Misaki siempre había creído, que había aceptado.
No era algo extraño… ¿pero podía? ¿No acababa de sufrir por una intentona que había resultado en fracaso?
“Se suponía que debía decir: no, lo siento. Se suponía que iba a dejar claro el límite, pero me veo a mí mismo empujándolo aún más lejos. ¿Qué diablos…? No lo sé. Pero ya no puedo ser indiferente a esto. Ni él, ni yo.”, Misaki acortó la distancia hasta volverla nula. Sintió la rugosidad de sus labios, un poco secos, blandos y con un sabor que no podía identificar.
Keiichi no pudo apreciarlo del todo antes de que acabara y Misaki se volviera a alejar. Un pequeño roce, corto, sutil e increíblemente significante.
—Ahora no… No creo que pueda con ello— había pena en sus ojos, tan transparentes como siempre. Estaba calmado a pesar del contacto, pero temía volver a ese mundo irreal. Nunca había tenido tanto miedo del contacto como hasta entonces, y no era algo que le gustara repetir.
— No me refería a ahora solamente— Keiichi sonrió —. Si hay algo que no me falta es paciencia, Takahashi-kun.
****
Era temprano en la mañana y Misaki estaba frustrado. Se hallaba sentado en una cama de hotel, con el cuerpo de Keiichi a un lado, perdido en quien sabe qué y mirando a la nada.
Llevaba en la misma posición unos buenos veinte minutos.
El sol entraba de lleno por las rendijas de las persianas a medio cerrar, pero no era tan molesto como para que se levantara. Estaba muy adormilado para eso. Además, había descubierto algo que le resultaba increíblemente sorprendente. Incluso se sentía idiota por no haberlo notado antes.
Desde ese día sus deseos carnales se habían reducido insólitamente a ninguno. ¡Era un adolescente por dios santo! ¿Era normal? Había rehuido del asunto desde ese entonces, pero cuando había intentado hacerle cara, había fracasado estrepitosamente.
No es que no pudiera apreciar la sensualidad femenina, o el erotismo masculino- en el que recientemente había despertado un interés, y no gracias a Akihiko precisamente-; pero empezaba a sentir el sexo como algo surrealista.
Antes se masturbaba regularmente, ya fuere por costumbre o porque en serio estaba urgido, pero era una rutina… pero parecía haberla perdido. Y sabía que eso no era nada sano. ¿Se estaba volviendo un viejo?
Tal vez ese episodio de pánico tuviera algo que ver, pero prefería creer que estaba envejeciendo joven antes que aceptar que el problema era más profundo que solo eso.
Había estado cavilando tanto tiempo en eso que había dejado de lado una parte importante de las cosas en las que se veía obligado a pensar, Sumi-sempai.
La charla seria no había ido a más. Ambos habían comenzado a divagar sobre cualquier cosa y, le agradeció internamente por no presionarle con el tema. En un punto, alrededor de las 6 a.m. ambos habían caído rendidos ante el sueño.
Probablemente habían pasado unas cuatro horas desde entonces, y probablemente deberían de dejar el hotel en menos de una hora, pero Keiichi parecía muerto del sueño. Tal vez podía hacer el esfuerzo y sacrificar un poco de dinero para pagar un día más. ¡Pero, joder, que era el Ritz! ¿De dónde sacaría ese dinero?
“Quiera o no, ya es hora de levantarnos. Mierda. Odio las mañanas”. Lentamente iba volviendo a la realidad y dejando sus dudas para otros momentos.
— Sempai…— Murmuró moviéndolo suavemente del hombro. No hubo reacción— Sumi-sempai… — le volvió a llamar, ésta vez un poco más brusco.
— Hmnn… luz… mierda…— Entre sonidos ininteligibles solo distinguió aquellos quejidos. Keiichi tampoco parecía con ánimos de levantarse, pero notarse en otra cama y al lado de Misaki pareció despertarle del todo.
Parpadeó un par de veces hasta que finalmente se convenció. No era un sueño. Misaki estaba frente a él.
— Buenos días, sempai— saludó.
— Buenos… buenos días— Misaki estaba incómodo por aquella mirada, pues Keiichi no actuaba del modo en que él creía que lo haría. Para empezar, esperaba un saludo distinto. Y que lo esperara no era precisamente bueno. O tal vez sí. Ya no podía decir que era un viejo sin deseos, ¿verdad?
— ¿Dormiste bien?
— Sí. Tuve un buen sueño…
— Oh…
— Sí. Aunque no estoy muy seguro de si fue o no un sueño— Keiichi tenía dudas, y tal vez así las aclarara. Había soñado miles de veces que besaba a Misaki, más de las que podía contar. Y no siempre eran solo besos. Pero era la primera vez que luego de soñarlo, amanecía a su lado, por lo que la posibilidad de que no fuera un sueño solamente… “¡Joder! ¿Por qué no lo recuerdo claro?”
— Depende, ¿de qué iba el sueño? — Misaki sintió nervios y un poco de vergüenza.
—… — Decirlo, repentinamente no parecía tan simple. El valor ya no lo ayudaba, se había esfumado. Se aclaró la garganta y esquivó su mirada, con una timidez impropia en él—. ¿He hecho o dicho algo que te apene o incomode?
—Oh…— Misaki calló. Un silencio incómodo reinó—. ¿Lo olvidaste? — Extrañamente, Misaki se sintió dolido, principalmente en su orgullo.
— En realidad no lo sé. Creo saber o que pasó, pero es… demasiado extraño. Dime, Takahashi-kun— volvía a sentirse como el mismo, sin tantas trabas en la lengua—, ¿te besé anoche?
A pesar de la vergüenza, Misaki asintió. Keiichi le miraba fijo, asimilando su respuesta. Cuando finalmente lo aceptó, dio un paso. Luego otro. Quedó tan cerca de él que podía oler el característico aroma de cualquier persona luego de ir a un pub o disco, cigarrillo, alcohol y quien sabía qué más. Pero no reparó en ello.
Una sonrisa adornaba su rostro. “Es real”.
Sus brazos rodearon a Misaki. Éste se asustó por lo brusco del movimiento, pero luego se destensó. Conocía esos brazos demasiado bien para sentir temor.
— Te quiero— soltó, aunque Misaki ya lo sabía. Se había hecho a la idea, pero siempre había esquivado hábilmente ese punto en su relación con Keiichi que resultaba confusa; y ahora más que nunca. Ya no había escapatoria—. Te quiero, Takahashi-kun. Aunque no quiero que me respondas ahora, porque… no me siento listo. Es egoísta, pero prefiero que lo pienses. Que pienses en mí y estés seguro.
— Tampoco tendría una respuesta si me la pidieras ahora— contestó con firmeza en la voz. Tanto coraje en Keiichi le había contagiado—. Sempai, me gusta. Aunque no estoy seguro de si sea igual a lo que usted dice, ni tampoco si… esté listo. Pero… — nuevamente su voz flaqueaba. Quería decir algo vergonzoso. Se alejó un poco del cuerpo de Keiichi para verle los ojos y reunir fuerzas.
Lamentablemente el intento fue fallido, pues éstos le amedrentaron aún más.
— ¿Pero…? Dime. Con eso que has dicho me has dado las alegrías suficientes para un año, pero si hay algo más, me gustaría saberlo— Keiichi quería seguir estrujándolo contra su cuerpo, pero eso le impedía ver las lindas caras que ponía al pensar tanto.
— Que si… — cerró los ojos un segundo e inhaló profundo y exhaló, para luego hablar atropelladamente—… si quiere, podemos comenzar de a poco— se acercó y robó una caricia de sus labios. Más que un beso, fue un choque, uno de los más dulces— algo así, tal vez... Y si no entendió, se jode, no repetiré eso— sus mejillas estaban algo coloradas y miraba a otro lado. Se había alejado del todo, con un puchero y los brazos cruzados, mirando a otro lado.
“Vamos, idiota, no te quedes duro. Responde. Responde. Muévete. ¡Haz algo!”, Keiichi hablaba consigo mismo. Le era difícil creer que era real. “Juro que algo malo hay de haber en eso. ¿Es posible que sea cierto? Realmente, ya me es suficiente con estar en este punto, pero si permito que esto siga tal vez no haya retorno”, dudaba. Increíblemente, aunque era lo que más había deseado, ahora dudaba.
— Vaya— “Maldita sea, ¿me he vuelto retrasado? Di algo genial e inteligente, no solo ‘vaya’” —. Creo que… podría acostumbrarme— sonrió.
“No. Creo que he rebasado ese punto. Pase lo que pase de ahora en más puede hacerme el hombre más feliz o el más desdichado del mundo. Y tengo confianza en Misaki… no me herirá, ¿cierto?”, Keiichi volvió a abrazarle, mucho más suave y tiernamente. “¡A la mierda! Puedo sobrevivir sin una respuesta”. Misaki solo se dejó hacer, sintiendo la calidez del cuerpo contrario. Era cómodo allí. Se sentía seguro.
Un principio era un principio- sería un camino largo, cuesta arriba, ambos lo sabían-, pero ese era el de ellos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario